Los seres humanos somos entes sociales, vinimos para vivir de a dos, para tener muchos amigos, la soledad y el encierro para la mayoría de nosotros, es destructiva; pero cuando se trata de una situación mundial que pone tu salud en riesgo, el factor ansiedad se apodera incluso de aquellos que nos gustaba estar solos.

Decidí salir porque esa ansiedad del encierro, ya me estaba haciendo una muy mala jugada físico y emocionalmente.

Mi única salida en esos largos meses ha sido al supermercado, ya era una actividad que tenía controlada, no tocar nada que no vaya a comprar, mantener distancia, desinfectarme las manos constantemente, e inmediatamente llegara a casa, lavar absolutamente todo, eso ya lo hacía a la perfección, ya no me daba miedo; ya no sentía que el Covid me iba a saltar en la cara y me infectaría.

Así que 8 meses después, decidí salir, necesitábamos, aunque fuera oler la playa, viajar en carretera, ver rostros que no fueran los empleados del súper, volvernos a sentir vivas y libres. Por lo que decidimos irnos a Puerto Plata.

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Cuando compartí algunas imágenes en Instagram, una chica me preguntó si ya no tenía miedo y pues la verdad tengo el mismo exacto miedo que el primer día, lo que he hecho en todo este tiempo, es aprender a cuidarme de manera extrema. Por lo que aquí te comparto los Do’s and Dont’s de hacer turismo interno en pandemia.

Llévate todo lo que puedas de la casa.

Si antes yo cargaba con cosas de mi casa ahora es el triple. Tengo muy claro que mi boca y mis manos son mi peor enemigo ante esta enfermedad, por lo que evitar consumir líquidos de otros lugares es de suma importancia. Estas son las cosas que me llevé:

Agua embotellada suficiente.

Bebidas gaseosas

Vasos reusables

Chucherías para comer

Papel toalla

Spray desinfectante

Alcohol en Spray

Gel antibacterial

Jabón líquido

Toallas desinfectantes

Neverita con hielo

Mascarillas extras


Ve a restaurantes que te brinden seguridad.

Este es un punto muy importante, ya para mí la opción de comer en “cualquier lugar” no existe, prefiero mil veces pagar más en un lugar “caro” que ahorrarme par de pesos en un lugar que no me brinde confianza. Por eso fuimos a lugares que yo viera con mis ojos que se estaban tomando las medidas de seguridad.

El primer día fuimos a desayunar por recomendación de una amiga, a Tío Pan Panadería, un restaurante que está en Puerto Plata. Lo primero que noté al llegar es que no estaba lleno de gente, eso es fundamental para mí, donde llegue y vea todas las mesas llenas, ni loca me siento.

En la entrada un empleado se encarga de tomarte la temperatura y todos tienen sus mascarillas puestas, la mesa es limpiada, pero y aquí es donde entra mi neurosis, de todas formas yo limpio mi mesa, como les digo para que no se sientan mal, lo hago por mi paz mental. Víctor, el mesero que nos atendió, fue extremadamente amable.


Ahí es donde sale el spray desinfectante y hace su entrada triunfal de limpieza. Ordenamos unos sándwiches y un café y aquí vuelve mi neurosis.

Para tomarme el café, limpié con alcohol tanto la cucharilla para endulzar el café, como el borde de la taza antes de poner mi boca, sí, así como lo lees.  En ese lugar fue el único que comimos el primer día de nuestra salida.


Lamentablemente aun no estoy preparada para dormir fuera de casa, y no es solo el dormir, es usar un baño que no sé si ha sido desinfectado correctamente luego de salir los ocupantes anteriores, pero muchísimo menos estoy preparada para meterme en una piscina. Eso lamentablemente no sé cuándo pueda volver a hacerlo, así que la primera noche regresamos a casa para volver hacia otra aventura el día siguiente.

Preparé de nuevo todas las cosas de llevarme, este segundo día y como nos íbamos más temprano que el anterior, decidí llevarme nuestro desayuno, así solo debíamos ir a un lugar a comer, una sola vez.

A todo esto, estoy tratando de tener el menos contacto posible con otras personas, con las pocas personas que tuvimos cierto contacto, mantenemos la distancia.

Fuimos a ver un lugar que ya habíamos visitado hace 20 años, el Templo de las Américas, que fue la iglesia donde se ofició la primera misa del “nuevo mundo” por allá por los 1400. Ahí tuvimos contacto con Cedeño, quien es el cuidador de la iglesia, pero en todo momento tuve mi mascarilla puesta y mantuvimos distancia.

 

A unos cuantos kilómetros está el famoso Fricolandia, que lógicamente no podíamos dejar de conocer. El lugar estaba repleto de gente y como sabrán yo no me iba a quedar. La vista desde ahí es hermosa, miras hacia el mar y te preguntas si realmente ese es tu país. Pero solo entramos a tomar algunas fotos y nos fuimos.


 

Así que decidimos volver hacia Puerto Plata y comer en el Green Jack, que es el restaurante del hotel Blue Jacktar. Ahí es donde les digo que, para seguridad, debemos considerar pagar un poquito más.

Todo estaba extremadamente limpio, las mesas separadas y no había mucha gente. Las meseras te limpian la mesa frente a ti, pero lógico mi spray también hizo su parte. Una vez que comimos, también le eché alcohol a los platos y tazas, como siempre digo, no sé si estoy enferma y dejo mis gérmenes infectados por ahí.



Algo que notamos es que el sábado había muchísimo menos personas en la calle que el domingo, así que cuando volvamos a salir, ya tenemos claro que será sábado o preferiblemente día de la semana.

Para muchos quizás mis precauciones sean extremas, pero es la forma en la que me siento segura y de verdad necesitaba salir de estas cuatro paredes, estaba física y emocionalmente desgastada, sin motivación, sin deseos de hacer nada más que devolver el tiempo para que nada de esto pasara, o adelantarlo para que termine rápido.

Si como yo quieres salir y aun no te atreves, toma en cuenta estas precauciones y hazlo, lamentablemente esta enfermedad no se sabe cuando termine y no podemos estar encerrados para siempre, porque los daños emocionales serán mayores.