Mi papá hace el mejor pollo frito, a mis 36
aún no he comido otro que lo supere, el mío se acerca, pero todavía le falta.
Cuando era niña recuerdo que el día que tocaba
cocinarlo era todo un evento en casa, en ese momento, para mí era solo algo
divertido. Invitaba a varios niños del vecindario en que
vivíamos a comer, todos con un muslo de pollo en su plato acompañado de arroz
blanco y las deliciosas habichuelas que también él cocinaba.
Yo solo sabía que me estaba divirtiendo junto a
mis amiguitos, a medida que fui creciendo fui entendiendo lo que pasaba. Esos niños quizás no tenían las mismas
posibilidades que nosotros, mi papá lo sabía, yo no. Hoy agradezco haber tenido
ese ejemplo.
Crecí sin ver desavenencia en los distintos
estratos sociales, sin saber lo que eran ricos y pobres, compartiendo mis
juguetes de navidad con todos, con emoción. Crecí sin entender la complejidad de por qué otros
niños iban a escuelas diferentes a la mía o por qué no tenían
acceso a un buen centro de salud como yo.
Mi padre caracterizado siempre en decirme las
cosas de la manera más directa, a medida que yo preguntaba por esas
desemejanzas, me iba explicando.
Dar a aquellos que no tienen ha sido uno de mis
más anhelados sueños y siempre me detenía el “no tener suficiente”, el que “no
me sobraba nada”, hasta que entendí que hay quienes tienen muchísimo menos
que yo y que donde come uno, pueden comer dos o tres.
“Dar solamente aquello que te sobra nunca fue
compartir sino, dar limosna”. Alejandro Sanz.
Quién iba a pensar que iba a citar una canción de Sanz.
Últimamente he pensado mucho en ese pollo
frito, en como ese diminuto acto alegraba la vida de unos cuantos niños y en
como todos podemos compartir algo de lo que tenemos, olvidarnos de las
cantidades, de esa estúpida presión que hay hoy día en las redes.
Compartir es el secreto de la felicidad, exclama una frase común, la has
escuchado miles de veces y hasta que no lo vives no la entiendes. A mi no me
sobra nada, por el contrario, en ocasiones me ha faltado, pero compartirlo me
llena el alma más allá de las palabras.
Hasta donde recuerdo Jesús repartió un pan, uno
bastó para compartir, uno era más que suficiente y este es el momento
de volver a lo verdaderamente importante
Te invito a compartir, piensa en una o dos
personas que puedan necesitar cosas que para ti son básicas; leche o pañales
para un bebé, arroz, legumbres y huevos o quizás
medicamentos.
Yo estuve equivocada en pensar que necesitaba
grandes recursos para ayudar, no necesitas publicarlo, el que tú sepas que ayudaste a alguien en un momento de necesidad, será más que
suficiente.
Ayudar una familia es mejor que ninguna
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