Lisbeth era la estudiante más tímida de toda mi clase, el solo pararse a decir su nombre hacía que el cuerpo le temblara, su nivel de timidez y miedo escénico me sorprendía, sobre todo estando inscrita en un instituto de comunicación.
La veía cada semana luchar contra sí misma,
hacer su mayor esfuerzo hasta para alzar la mirada, pero ella quería estar ahí,
ella deseaba aprender, crecer, ella quería vencer sus miedos
Y llegó la asignación final; consistía en la presentación
de un programa entre dos compañeras, pero la acompañante de Lisbeth no tenía el
mismo grado de responsabilidad y por no haber hecho la tarea, decidió no ir a
clases, Lisbeth tuvo que enfrentarse a sus miedos sola, frente a todos sus compañeros
y se me eriza la piel de recordar ese momento.
Siempre traté de no presionarla, de llevarla a
su propio ritmo pues sabia que iba más allá de la simple timidez, pero en esa
clase final, estuve a punto de detenerla, era evidente que ella estaba
conteniendo las lágrimas, que ella estaba haciendo un esfuerzo sobrenatural
para continuar, para cumplir su asignación, porque ella era una alumna
responsable, pero ante todo, ella quería hacerlo, lo necesitaba y lo hacía por
ella misma.
Lisbeth recibió una ovación de pie y recordar
el alivio en su rostro, su satisfacción, hace una gota de sal rodar por mi
mejilla, ese día Lisbeth me dejó una de las lecciones más valiosas de mi vida.
¡Hazlo con miedo, pero hazlo! Ella no quería vivir con el
arrepentimiento de “qué hubiera sido sí", ella quería vivir
la experiencia de su clase y aun llena de miedos lo hizo.
Quizás tu y yo no sepamos lo que es el miedo escénico,
personalmente nunca lo he sentido, agentada desde chiquita, como dicen
en buen dominicano, pero sí tengo miedo de muchísimas otras
cosas y quizás tú también.
Al final no
se trata de vencer el miedo, eso puede que en su totalidad nunca pase y
esperando el momento sigues perdiendo tiempo valioso. Hay que hacer, como
Lisbeth, las cosas a pesar del miedo, con el miedo.
Es como
mirar el miedo a la cara y decirle que se acomode, porque no te va a detener, aun
con él, con su tormentosa compañía, harás las cosas.
Desde aquella clase Lisbeth guarda un lugar muy especial en mi memoria y cuando mis miedos deciden visitar, recuerdo aquel día, recuerdo su sonrisa a medias, pero también recuerdo su entereza. Ella llegó a mi clase para aprender, no sabiendo que, en la misma medida, nos enseñó mucho a todos los que la acompañamos aquellas cuatro semanas.
No hay comentarios
Publicar un comentario