Nervios, ansiedad, un poco de neurosis y una gran preocupación son algunas de las cosas que he sentido en las últimas semanas, el mundo en gran medida se detuvo y no estábamos preparados, nadie lo estaba, solo pasó.

No recuerdo nunca haberme quedado sin palabras como ahora, no saber de qué escribir o cómo escribir los miles de millones de cosas que pasan por mi cabeza.

He intentado ser productiva, compartir el contenido que estaba programado, pero la verdad es que no me he sentido bien.

Esta es la segunda quincena en cuarentena y la incertidumbre de no saber cuándo volveré a la normalidad me angustia, no saber cuándo podré volver a ver a mi mamá.

Las cosas van a cambiar para siempre, de eso estoy segura, a todos nos quedará un poco de esa neurosis cada vez que vayamos a abrazar o tocarnos la cara, esta es una “nueva realidad” que no quiero.

Ir al súper mercado era una de las cosas que mi pareja y yo disfrutábamos mucho hacer, ninguna sabe explicar muy bien por qué, pero amábamos ir al súper, era como un paseo, algo que se hace en familia, ahora la realidad es otra.
Me estresa, miro cada enlatado como una posible fuente de virus, me pregunto si la cajera se lavó las manos, si ella se ha expuesto con algún cliente y al final de la jornada debe ir con su familia.  Pienso con angustia en cada persona que debe trabajar y les agradezco con toda mi alma.

Me pregunto tantas cosas que no les encuentro respuestas y por eso te escribo, porque no eres la única persona con estos pensamientos, porque yo, que parezco tenerlo todo bajo control, también me desmorono.

Llego del supermercado nerviosa, desempaco todo con temor de que se me escape algún rinconcito de algún producto sin desinfectar y paso todo el día repasando mis pasos, calculando por todos los lados en que mi piel pudo haber estado expuesta y durante las siguientes 48 horas, mido estrictamente si me siento enferma de alguna forma.

Ya he somatizado, he sentido todos los síntomas del virus, al punto de no saber si realmente lo tuve o es también producto de la ansiedad que nunca antes en mi vida había sentido.

Pero luego agradezco todo lo que tengo, agradezco hasta la carcoma de mi casa, esa que me permite resguardarme y aislarme del mundo contaminado, hay quienes no tienen un lugar al que llamar casa; agradezco tener que comer, tener la posibilidad de aunque me estrese, ir al súper, hay quienes no tienen con qué comprar.

Agradezco mi salud, la que yo misma he puesto en riesgo con malos hábitos a lo largo de mi vida, agradezco poder tomar un medicamento cuando algún síntoma, producto o no de mi psiquis, se asoma en mi ventana.

Le doy a Dios las gracias cada segundo, con cada respiro, le agradezco que todavía puedo saborear la comida y el café sigue oliendo a café.

Y me doy cuenta que 12 días después de haber iniciado este escrito, han llegado las palabras, desordenadas, pero han llegado.

Mi maquillaje y mi closet han de pensar que me morí, no los he visitado mucho estos días y hasta la vecina que ponía la música molestosa extraño, ella también debe estar asustada; todos mis vecinos lo están pues no escucho ni los niños jugar, ni los perritos ladrar y el silencio sepulcral que nos acompaña pasadas las 5 de la tarde,  pareciera ser infinito.

Una de mis vecinas es médico y agradezco cada mañana cuando veo su vehículo llegar, agradezco su labor y quisiera tocarle la puerta y abrazarla, ella está sola, su familia al igual que la mía está lejos, ella debe más que yo necesitar un abrazo de su mamá.


He llorado de incertidumbre, de temor, he llorado por los proyectos que para este año tenía, pero he contenido muchas más lágrimas porque yo tengo mucho, demasiado.

Agradezco la tecnología, el poder ver a mi mamá y verle bien, verla reír hasta de nervios, preguntarle ideas para cocinar bacalao, verla lavar los vegetales una vez más, por si acaso y escuchar las recetas de remedios caseros que no prepararé.

¿Has pensado si esto hubiera pasado 10 años atrás? No me lo quiero imaginar, sin tecnología.

No sé cuándo esto volverá a la normalidad o si siquiera volverá, por lo pronto yo me quedo en casa, beso mi pareja mientras puedo, añoro los abrazos de mis amigos, el olor de mi mamá y me refugio en la fe esperanzada que de lo vamos a lograr, de que aprovecharemos esto como una enseñanza que nos quedará para toda la vida y aprendamos a vivir en esta nueva "COVID-ianidad".