Nunca existirán palabras que puedan describirlo, es como tener un dolor muy fuerte en el pecho que no te deja respirar profundo, una incomodidad en el estómago que no te deja comer, una sensación de pérdida permanente de la vida misma, de la propia.

Te sientes ensimismado, entumecido, sientes que todo físicamente duele, que los ojos pesan, quieres llorar y no sabes por qué, quieres ducharte pero no puedes, quieres sonreír y decirte al espejo que todo estará bien, pero una voz en tu interior te dice que no tienes derecho a reír. Tú quieres estar bien, realmente lo quieres, pero aquí es donde el ‘no se puede’ entra, sin razón, sin lógica, porque lo que realmente no puedes es poder, no tiene sentido, nada tiene sentido.

Te llevas la comida a la boca porque ya el estómago empieza a martillarte, te bañas porque ya entiendes que debes, te paras frente al espejo y te dices que todo estará bien, que sí puedes, pero las lágrimas se asoman, te inundan el alma y vuelves a perder esos segundos de ganas.


Te acuestas y no puedes dormir, te duermes y no paras de tener esas pesadillas tan vívidas como si fueran una premonición. Te despiertas, lloras, vuelves a decirte que no llorarás más, te preparas un café y le echas más azúcar de lo normal, quieres un helado de algún sabor que sepa a felicidad, buscas videos que te hagan reír, te ríes, se te olvida por algunos minutos y alguien te llama, conversas, te ríes, se te olvida por horas.

Cuelgas…

 Tienes ánimo y decides ducharte, te estriegas el cuerpo como si quisieras despegar la tristeza de tu piel, de tu sistema y suplicas a Dios, al Universo que te de paz, oras, de corazón y con toda la fe que pueda habitar en ti y pides perdón cuando cuentas tus bendiciones, porque en esos segundos de ganas, con lógica, sabes que vales, que tienes, que quieres poder, pero qué haces con esa sensación de vacío. Piensas en los que sufrirán si no estás, en los que extrañarás cuando ya no les puedas ver y vuelves a pedir perdón.

Técnicamente sabes qué hacer, sabes que es hora de medicarte, de pedir ayuda, de volver a la vida, de permitirte ser feliz aun con lo que no tienes, de permitirte sonreír sin que duela, sin que sientas que no se supone que lo hagas.

Es como tener a alguien dentro de ti que te quiere controlar, es estar atrapado en tu propio cuerpo, en tu propia mente.


Sigue sin tener lógica, pero sabes que va más allá de ti, que estás enfermo, pero a nadie le puedes decir nada porque pocos lo entienden y es que cómo le explicas a alguien todo esto? Cómo explico que tengo la enfermedad de la tristeza, sin que me juzguen. Todos siempre responderán que debo  poner de mi parte, sin saber que ya todas las partes las puse, las empeñé, que aposté hasta la última gota, que firmé un convenio por la paz, que yo más que nadie quiero estar bien y que por eso ahora muchos se enteran de lo que he vivido por décadas, porque no quería que nadie lo supiera, pero ya no puedo seguir inventando las ganas de llorar, ellas viven conmigo siempre, yo solo he aprendido a no escucharlas, pero me ensordecen, me consumen hasta que se van por unas semanas de vacaciones y me dejan vivir, pero ellas vuelven, siempre vuelven y aunque se por qué, yo también quisiera poder entender. 


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