Pasé una gran parte de mi vida luchando por aceptación, porque los demás entendieran mi condición y estuvieran de acuerdo con ella, que comprendieran quién soy y por qué, que no lo elegí, pero de igual forma gasté mucha energía, hasta que entré en la etapa de entender que no debía exigir aceptación, lo único por lo que debía luchar, era por respeto.
Cuando pienso en aceptación y respeto siempre
llega a mí, mi amiga Marta, es mi mejor amiga de la universidad, no recuerdo cómo nos hicimos amigas o cómo pudimos llegar a serlo con lo increíblemente
diferentes que somos, pero ella veía en mi algo más allá, Marta veía mi corazón,
veía a Elisa fuera de las rabietas y lo mal hablada y un día llegó con unos aretes de regalo, eso marcó el inicio de
nuestra amistad.
Ella es católica, recuerdo que daba clases de
catequesis y siempre estaba en algo relacionado con la iglesia, cerca de ella
me cuidaba de hablar de mi condición, pues yo siempre he dado lo que quiero,
respeto.
Pero ella, mi amiga religiosa fue, sin saberlo,
quien me enseñó que no hay que aceptar para respetar. Yo sabía que por convicciones Marta no estaría nunca de acuerdo con mi condición,
pero nunca me ha hecho sentir rechazada, ni a mí, ni a mi pareja, nos quiere a
las dos por igual.
Esto es lo que ella piensa:
“Yo respeto tu preferencia sexual, pero no la
acepto, una cosa no tiene que ver con la otra; en el sentido de que no estoy de
acuerdo, pero eso no quita que respete quién eres. Dios dice en su palabra >Amaos
los unos a los otros como yo os he amado, ama al prójimo como a ti mismo<.
El ser humano para amar tiene ciertas
condiciones y le gusta condicionar cuando va a amar y si para amarte
condiciono, ya deja de ser amor. Dios no ama el pecado, pero sí nos ama a nosotros y eso es lo que practico con ustedes, yo no amo su
>pecado< pero sí las amo a ustedes. Según la biblia
eso va contrario a la ley natural, >hombre y mujer lo creó< dice la palabra.
Pero ustedes son mis amigas, son seres humanos,
porque ustedes >pequen< de manera distinta que yo, eso no me quita
amarlas, porque todos somos pecadores, por eso dice una palabra >¿Por qué juzgas,
porque pecas de manera distinta que yo?<
No somos quién para juzgar, eso es trabajo de
Dios.
Y aunque sabes que quisiera que las cosas
fueran diferentes y que vivieran como manda Dios, eso no me quita que las
quiera y las valore como excelentes seres humanos que ustedes son.
Yo tengo hijas y mañana cualquier cosa puede
pasar y si sucede, jamás la voy a dejar de amar. Tu eres mi hermana, siempre te
voy a amar y siempre te llevo en mis oraciones”
Cuando quiero que alguien ore por mi de corazón,
pienso en ella, si estoy enferma o tengo algo importante que hacer, siempre quiero
que ella me ponga en sus plegarias, porque tengo la seguridad de que nadie lo hará
con el amor y la fe que ella lo hace.
El afecto que siento por ella es muy especial,
es la amiga que no importa cuantos años pasen, sé que siempre estará ahí para mí.
Marta me enseñó lo poderoso del amor incondicional,
lo hermosa que es la fe y fue de las que también sin saberlo, influyó en mi relación con Dios.
Estoy dentro de ese pequeño grupo de
integrantes de la comunidad LGBTIQ+ que entiende al que no entiende, son
muchos los factores que influyen en la manera en que alguien “acepta” algo;
religiosos, culturales, educacionales y finalmente e igual de válidos,
personales.
Mi amiga me da lo más importante,
me respeta, me ama por encima de cualquier diferencia ideológica que podamos
tener y eso al final es lo que importa y yo debo darle exactamente lo mismo
que espero.
Date la oportunidad de amar a aquellos incluso que no podrás jamás aceptar, eso es lo que el mundo necesita, respetar la individualidad y amar más a pesar de diferencias.
No hay comentarios
Publicar un comentario